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                                               21 de mayo de 2020

Día 4 

            ¡Un nuevo día, una nueva experiencia! A medida que avanzaba en el camino fui dejando una estela de ilusión, de incertidumbre y de anhelo por descubrir nuevos rincones que hicieran de este viaje algo inolvidable. En poco tiempo llegué a la frontera, con un pie en España y el otro en Francia, dije adiós a lo vivido y bonjour a lo que vendrá.

               No era la primera vez que estaba en Francia, todos los años los alumnos de francés hacemos una escapada de un día al país de la liberté, égalité y fraternité. Perpignan fue mi primera toma de contacto con el suelo galo; de un salto crucé la puerta de Notre-Dame, y directamente me di de bruces con el corazón de la ciudad. La tranquila plaza de la Gambetta, la Catedral de Saint Jean Bautiste, el Palacio de los Reyes de Mallorca o la casa Xanxo, fueron algunos de los lugares de interés de los que pude disfrutar. Sin duda, Perpignan es una pequeña ciudad con un gran encanto.

 

               Dejando al margen del camino ciudades como Narbonne o Béziers, finalmente llegué a Montpellier. Lo primero que me llamó la atención fue ver cómo una ciudad de origen medieval también constituye una auténtica metrópoli moderna; los enrevesados callejones de Valfère, Bras de Fer o l’Argenterie, propios del medievo, conviven con la arquitectura contemporánea al puro estilo Jean Nouvel. Mi punto de partida para visitar la ciudad fue la fuente de Las Tres Gracias (Aglae, Euphrosine y Thalie), situada en la plaza de la Comédie. Mi primera parada del itinerario fue el museo de Fabre, un museo de arte que contiene obras de grandes artistas como Delacroix o Rubens. ¡Ellos sí que han PINTADO mucho en nuestro patrimonio artístico!

 

              Callejeando llegué al centro histórico de Montpellier donde descubrí lugares mágicos como la catedral gótica de Saint Pierre o la calle Foch, con su arco de triunfo construido a finales del XVII. Una parada obligatoria fue la Universidad, fundada en 1220, es considerada una de las más antiguas de Francia y uno de los principales centros del pensamiento del medievo francés.

              Decidí pasar la noche en una de las zonas más nuevas de Montpellier, la futurista Odysseum. Tras cenar un riquísimo cassoulet, me dirigí dando un paseo a mi hotel, desde donde en estos momentos estoy escribiendo mi bitácora. Sin duda, hoy he cargado mi mochila cultural de nuevas experiencias artísticas, hasta entonces desconocidas, y que me gustaría seguir completando a lo largo de esta ruta. Bonne nuit!

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