

19 de mayo de 2020
Día 2
Apenas amanecía, y yo ya estaba con los ojos abiertos como platos. Sabía que me esperaba una jornada dura pero a la vez muy enriquecedora; iba a pasar por Zaragoza, la segunda parada programada relacionada con la vida de Santa Rafaela. Tras recuperar fuerzas con un buen desayuno, cogí mis pertenencias y me dispuse a continuar con mi viaje.
De camino a Zaragoza fui pintando mi camino de colores alegres como lo hizo Francisco de Goya hace mucho tiempo atrás en su provincia natal. En unas horas llegué a Caesaraugusta, una ciudad dotada de un conjunto arqueológico tan rico que evoca al mismísimo Augusto. Me perdí por su cardo, su decumano, su teatro… en una fracción de segundo di un salto en el tiempo y retrocedí hasta el siglo I.
A medida que avanzaba por sus calles, me fui encontrando con muchos paisanos que me saludaban con un curioso acento que poco se parece al cántabro, ¡en Zaragoza las palabras acaban en ica! Me dirigí a la plaza de Nuestra Señora del Pilar, lugar donde se encuentra la catedral-basílica que lleva el mismo nombre y donde, cada 12 de octubre, se reúnen multitud de personas con ramos de flores para ofrecérselos a la virgen. En la plaza había quedado con Pilar, una profesora del colegio Esclavas de Zaragoza, que me propuso visitar su centro escolar. Una vez allí, me pusieron un video precioso de Santa Rafaela y de su hermana Pilar, al tiempo que me contaban numerosas historias relacionadas con los inicios de la fundación en esta ciudad. Me habría quedado allí mucho más tiempo pero mi viaje debía continuar.
Llegué a Cataluña con muchos kilómetros a mis espaldas y con ganas de buscar un lugar donde descansar y escribir unas líneas en mi bitácora. El lugar elegido fue Montblanc, una pequeña villa en la provincia de Tarragona. Con el recuerdo de todo lo vivido en la jornada de hoy, me voy a dormir con la sensación de estar más acompañado que nunca. Bona nit!
